
CAPÍTULO IV: BUNKER PORT
Me levanto y bajo al restaurante del albergue para desayunar algo. Desde la escalera puedo oír el bullicio que se ha formado en el bar. Esto me desespera, después de lo de anoche, se me hace pesaroso tener que soportar otro bullicio. El restaurante está lleno y entre la multitud busco sitio con la mirada. Veo a Mónica, que está sentada sola, así que me acerco a su mesa y me invita a que tome asiento con ella.
—Nómada, ¿dónde estuviste ayer? —me pregunta Mónica—. Te estuve llamando, pero no me cogías el teléfono.
—Estuve todo el día en Palm Road —le respondo.
—¿En Palm Road? —me pregunta Mónica, sorprendida.
—Sí, ¿no te enteraste del accidente de Nicki?
—Claro, la fiesta terminó cuando llegó la policía —me contesta—. Por suerte, no fue nada grave. ¿Tú estuviste allí?
—La ayudé a salir del agua y los Basset me invitaron a su casa por haberla ayudado. Luego fui con ella y su hermano Justin a una fiesta en la casa de una tal Mia.
—¿Y qué tal fue?
—No estuvo tan bien como esperaba —le digo—, aunque el barrio es muy bonito.
—Normal que no te lo pasaras bien —me dice Mónica—, era una fiesta en Palm Road.
—Allí nada es lo que parece —le digo con gran convencimiento.
—¡Desde luego! —indica Mónica—. A los del Palm Road solo les interesa lo material, esa gente no tiene sentimientos. Además, no se preocupan por las injusticias de la isla —añade Mónica—. Por cierto, hablando de injusticias, ¿te gustaría venir a una manifestación?
—¿Una manifestación? —le pregunto con extrañeza.
—Sí, en Bunker Port —me contesta—. Mis amigos y yo vamos a ir porque un colega vive allí y el Presidente de Nomad Coast quiere subastar la zona. Hay varias constructoras interesadas en comprar el terreno para demolerlo y urbanizarlo. La manifestación la organiza una agrupación política de la isla y asociaciones de vecinos de Bunker Port, pero nosotros vamos aparte. ¿Te apuntas?
A esto no sé qué contestarle. Me quedo en silencio por un breve instante, pero al final le digo:
—Nunca he ido a una manifestación.
—No importa, siempre hay una primera vez para todo —me interrumpe Mónica, insistiendo en que vaya.
—Bueno iré, pero que sepas que no tengo carácter revolucionario —añado ante su insistencia.
—No hay que ser revolucionario para luchar contra la injusticia —me contesta con una sonrisa—. Sube a tu habitación, tendrás que llevarte algo, vamos a hacer acampada allí. Te espero aquí, yo ya lo tengo todo preparado.
No me entusiasma la idea de ir a una manifestación, pero como todavía no he estado en Bunker Port, accedo. Me termino el desayuno, rápidamente tomo mi mochila y me decido a emprender una nueva aventura en Nomad Coast. En el umbral del albergue me reencuentro con Mónica, salimos y nos montamos en su coche para ir a Bunker Port.
De camino a Bunker Port, desde la ventanilla del coche de Mónica contemplo Nomad Coast en una soleada mañana que reluce por toda la isla. El camino está junto a la costa y la playa deslumbra con su arena dorada y el brillo del agua, que está calma y cristalina. En Bunker Port todo es muy diferente a lo que he visto hasta ahora en Nomad Coast. Una hermosa playa virgen se dilata por toda la costa hasta un muelle de piedra donde, cerca, se levanta una gigantesca noria y algo más lejos un faro que hay próximo a un puerto. A pocos pies de la orilla hay casas de playa distribuidas por toda la zona, quién viva allí debe ser muy afortunado. Al fin llegamos a la parte del muelle donde se celebra la manifestación. Hay una multitud de gente con pancartas y banderas en contra del Presidente, que piden su dimisión y el cese de la subasta de Bunker Port.
Mónica aparca cerca de la manifestación y al sumergirnos en la marea de manifestantes, nos encontramos con su grupo de amigos.
—Traigo a alguien más —advierte Mónica—. Al final he conseguido que venga.
—Tú me suenas de algo —me dice Fabio, que fue finalista del TASURF.
—¡Claro que te suena! —interviene de nuevo Mónica—. Estuvo con nosotros en la fiesta del torneo de surf, ¿o es que ya no te acuerdas?
—¡Fabio espabila! —exclama Jordan—. ¿No te acuerdas de que salvó a la hermana de Justin Basset cuando empezaron a liarla los pijos de Palm Road?
—Ah vale —recuerda Fabio—. Con todo lo que pasó en la competición tenía la cabeza puesta en otra parte. Encantado de nuevo, mi nombre es Fabio.
Fabio me estrecha la mano. Jordan también me la estrecha, empezamos a hablar de surf y de lo injusto que fue el jurado con la deliberación final. Al poco tiempo aparecen Lena y Dafne, a las que también conocí en la fiesta de la Playa del Dorado.
—Ya te están comiendo la cabeza con el surf —me dice Lena—. Chicos, aceptarlo de una vez, sois muy malos surfeando.
—Tú sí que eres mala surfeando —le pica Fabio.
—Que va, chicos, estuvisteis genial —interviene Dafne.
—Bueno es verdad que no fue nuestro día, la próxima vez será, tenemos un año para prepararnos —dice Jordan.
—Se podéis apuntar a Surf Bay Academy —le propone Lena con tono sardónico.
—Claro que sí, me muero por compartir pupitre con Noah Ross —le dice Fabio con ironía—. Cuando los de Palm Road dejen de invadir la academia de surf de tu padre, entonces iré encantado.
A esto le siguen carcajadas. Poco después, los manifestantes empiezan a movilizarse. Tal es el furor de los grupos políticos y las asociaciones de vecinos, que la policía está al acecho de todos sus movimientos. El grupo de Mónica sigue a la marea de manifestantes con pancartas en las que está escrito con letras gigantescas:
PRESIDENTE DIMISIÓN, NO A LA DEMOLICIÓN
Los activistas, fervorosos, piden el cese inmediato de la venta de Bunker Port. De repente, aparece desde la lejanía una flota de coches blindados. La gente empieza a abuchearles y un cordón policial les corta inmediatamente el paso. Algunos de los manifestantes intentan sobrepasarlo, sin embargo, la policía frustra sus intenciones. De los portentosos coches negros que acaban de llegar, salen hombres trajeados y con gafas de sol negras muy oscuras. A ellos le sigue un hombre alto, de ojos de un azul penetrante y rostro circunspecto. Tiene el caballo castaño, muy bien peinado con fijador y viste con traje. Los silbidos y los abucheos se multiplican y algunos manifestantes incluso llegan a lanzarles objetos.
—Él es Blaine, el Presidente de Nomad Coast —me dice Mónica, entre el bullicio de la manifestación.
—Pero, si las constructoras son las interesadas, ¿por qué arremeten contra el Presidente? —le pregunto a Mónica.
—Porque él es el artífice de todo —me contesta—. Es una persona muy poderosa, él es quién traza las líneas del sistema y quién maneja las riendas de la isla; sin embargo, hoy estamos aquí para intentar evitarlo.
Rodeado de sus guardaespaldas, Blaine sube a una plataforma custodiada por la policía, le da dos toques al micrófono y empieza a proferir un discurso al que le siguen miles de abucheos y silbidos.
—Vecinos y vecinas de Bunker Port —dice el mandatario de Nomad Coast—. Mi objetivo siempre fue y siempre será mejorar la vida de todos los habitantes de la isla. Aunque muchos de vosotros estéis en contra de la subasta de este lugar, no sois conscientes de la mejora que supondría para nuestra isla y para todos vosotros, la edificación y reconstrucción de Bunker Port. Sé que muchos no queréis dejar atrás aquello que forma parte de vuestras vidas, conozco ese sentimiento, pero puede seguir formando, de una forma mejor, con nuevas oportunidades y avances que harán que todos progresemos juntos en Nomad Coast —a esto le siguen incontables chiflidos—. Solo tenemos que estrecharnos la mano y caminar juntos, sin nada externo que nos separe…
Los manifestantes siguen abucheándole y algunos intentan atacar al presidente de Nomad Coast, sin embargo, rápidamente, los repelen sus guardaespaldas. Como no pueden acercarse demasiado, algunos empiezan a lanzarle toda clase de objetos. La policía interviene y muchos de los insurgentes nómadas cargan contra los agentes. La situación se vuelve violenta. El presidente se marcha escoltado por sus guardias. Montan en los coches, no obstante, los manifestantes los rodean y se les hace imposible escapar. Llegan refuerzos de la policía. La manifestación se convierte en una turbulenta revuelta y Mónica me toma del brazo para salir del tumulto.
—¡Chicos, salgamos de aquí! —vocifera Jordan, entre el alboroto—. Volvamos al descampado.
—Los de Acción Nómada ya la han vuelto a liar —dice Fabio—. Ellos no luchan por la causa, solo hacen lo que les mandan desde arriba.
—Se suponía que la manifestación iba a ser pacífica —habla Dafne—, así no conseguiremos nada.
—Tenemos que tener esperanza —interviene Mónica—, todavía podemos hacer algo por este lugar, solo hay que ser más inteligentes que ellos.
Volvemos al descampado, donde permanecen los vecinos de Bunker Port haciendo acampada. Un chico se acerca a nosotros. Es alto y de piel dorada, lleva una sudadera en tono café con unas letras con estilo retro estampadas que dicen: Bunker Port. Su rostro me resulta familiar y de repente, caigo en la cuenta de quién se trata. Me quedo en blanco. Me percato de que es Alex, el chico que estaba discutiendo con Troy en la fiesta de Mia. No sé cómo reaccionar, me pilló viéndolos como discutían, seguramente me diga algo por haberlos increpado con la mirada aquella noche.
—¡Alex te lo has perdido! —indica Fabio—. Los de Acción Nómada la han vuelto a pifiar, el presidente se ha tenido que ir escoltado y la policía ha tenido que intervenir.
—Así no vamos a lograr nada —dice Alex—. Esa gente cree que por mostrar su disconformidad de forma violenta van a hacer algo bueno por Bunker Port.
—Pero, por lo menos se rebelan —interviene Lena.
—¡Tonterías! Solo son perritos de salpicadero de los partidos políticos —replica Alex—, dicen a todo que sí, les da lo mismo si subastan Bunker Port o no, solo hacen lo que les ordenan.
—Pues de ese modo intentémoslo nosotros a nuestra manera —dice Mónica—. Quizás consigamos algo.
—Lo veo muy difícil —le contesta a esto Alex, desesperanzado.
Permanecemos en el descampado durante todo el día. Los vecinos de Bunker Port, que están en contra de la subasta, no por ideología política sino por la añoranza de perder su propio hogar, empiezan a levantar tiendas de campaña y a encender hogueras para guardarse del frío de la noche. El grupo de Mónica hace lo mismo. Mientras montamos el campamento, Alex no para de interrogarme con la mirada, sabe quién soy, pero todavía no se ha dignado a dirigirme la palabra. Mónica no nos ha presentado porque no ha surgido la ocasión, ya que Alex está todo el rato de un lado para otro, inundado de un nerviosismo que no le deja estar quieto.
Al caer la noche, nos sentamos sobre unos troncos de palmera tendidos, alrededor de una candela y comemos unas nubes asadas mientras conversamos. Alex no deja de mirarme, sé que quiere decirme algo, pero no encuentra la ocasión para hacerlo. Los amigos de Mónica hablan entre ellos de cotilleos de la isla y de temas de los que no estoy al tanto. Jordan desenfunda su guitarra acústica y empieza a tocar unos acordes a los que le siguen un coro de voces. Dafne y Summer se levantan y empiezan a bailar al son de la música. En ese momento, Alex también se levanta y aprovecha para acercarse a mí, ahora que sus amigos están evadidos con la música.
Alex se sienta a mi lado.
—Oye, tú no viste ni escuchaste nada de lo que ocurrió en la fiesta de Mía —me dice de forma repentina, casi susurrando—. Olvida que hablé con Troy y por nada del mundo le digas nada a ellos.
—¿Por qué? —le pregunto, súbitamente—. ¿Acaso ocultas algo?
Alex permanece en silencio por unos instantes.
—No es de tu incumbencia —me responde.
—Entiendo que a mí no me lo digas —le digo—, pero no deberías ocultárselo a tus amigos.
—Si te lo cuento, prométeme que no les dirás nada —me dice con cierta confianza.
—Te lo prometo.
—Todo lo que escuchaste aquella noche tiene que ver con la demolición de este lugar —dice Alex.
—¿A qué te refieres? —le pregunto.
—Mira, llevo toda mi vida en Bunker Port, soy nieto del farero, llevo trabajando en el faro desde hace tiempo y por nada del mundo quiero que Blaine compre este lugar —me dice Alex, tajantemente—. Pero ninguna manifestación ni ninguna acampada cambiarán algo, lo único que puede evitar que todo esto desaparezca es el dinero. Por eso hago la vista gorda cuando pasan por el muelle las lanchas de narcos que tienen negocios con Troy, el tío con el que me viste discutir en la fiesta. Necesito el dinero para evitar que este lugar desaparezca, mi vida está aquí y no la voy a perder por nada del mundo.
—¿Pero habrá otra forma de conseguir el dinero de forma legal? —le pregunto.
—No la hay —me responde—, apartar la mirada es la forma más rápida y rentable de conseguirlo.
—Tiene que haberla —insisto—. Arriesgas demasiado por este lugar, si te pillan lo perderás todo.
—Haré lo que haga falta, con tal de ver que el faro de Bunker Port siga alzándose sobre el muelle y siga iluminando con su esplendorosa luz, el rumbo de todos los barcos que bordean estos mares.
—¿Por qué el faro es tan significativo para ti? —inquiero.
—Una de las primeras personas que llegaron a esta isla fue mi bisabuelo. Él fue quien construyó el faro y lo custodió durante toda su vida. Mi abuelo honró su legado al asumir la responsabilidad de la vigilancia y el mantenimiento del faro. Cuando era niño, solía llevarme por las noches al faro, y desde lo alto, veíamos los barcos navegar bajo la luz de las estrellas. Para mi abuelo, el faro no era solo un punto de orientación para los barcos, era mucho más que eso. Él solía decirme que el faro representa tu propósito en la vida, es la guía que ilumina tu camino y te mantiene enfocado en lo que realmente importa.
Mientras me mira a los ojos, Alex me dice:
—Mantén la luz de tu faro encendida…
Permanezco en suspenso por las palabras que me acaba de decir.
—Eso solía decirme mi abuelo. Mantén la luz de tu faro encendida, Nómada, porque yo no pienso apagarla.
No sé qué decirle, sus palabras me han atravesado tan profundamente, como si al soltarlas, una flecha de asombro atravesara mi corazón. Salgo de mi aturdimiento y le digo:
—Te ayudaré, encontraremos la forma de que puedas salvar Bunker Port.
—Créeme llevo meses intentando buscar una solución, pero el dinero no llueve del cielo y por ahora Troy es mi única opción —me dice, cabizbajo.
—Olvídate de Troy, no es trigo limpio —le digo —. Encontraremos la forma…
Al decir esto, nos miramos de manera cómplice y juntos nos sumamos a la danza que se ha formado alrededor de la candela. Permanecemos en Bunker Port toda la noche y a la mañana siguiente, al encender nuestros móviles, vemos por redes sociales y por todos los periódicos digitales de Nomad Coast, que ya hay fecha señalada del día y la hora de la subasta de Bunker Port.
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